Parlamento Veracruz
Juan Javier Gómez Cazarín
A las y los parlamentarios chilenos les tomó 10 largos años de intensos debates, estira y afloja, y de sesudos estudios jurídicos para aprobar en 2004, ya en pleno siglo XXI, la Ley de Matrimonio Civil que creó el divorcio.
Hoy han cumplido la mayoría de edad las y los chilenos que cursaban el preescolar cuando esa ley se aprobó. En pocos años algunos de ellos contraerán matrimonio y, de ellos, algunos acabarán divorciados. Serán la primera generación que haya vivido con la nueva ley, que la asumirán con normalidad. La misma normalidad con la que las y los mexicanos entendemos el divorcio porque hemos vivido con él durante décadas. ¿Quién no conoce a alguien que se haya divorciado? La polémica de ayer puede ser la normalidad de mañana.
Los chilenos vivieron 120 años bajo una ley que, palabras más, palabras menos, les impedía divorciarse. Como es frecuente, aquí y en China, los chilenos adinerados se las arreglaban para contratar abogados caros, argumentar intrincados vicios de origen, apelar oscuras jurisprudencias y salirse con la suya para anular el acto matrimonial tras concluir que, técnicamente, el matrimonio en cuestión nunca había existido: un divorcio disfrazado accesible sólo para los ricos. Los que no tenían dinero se tenían que aguantar.
Aun con el gigantesco avance y enorme alivio para los matrimonios mal avenidos en Chile, el divorcio chileno seguramente levantaría airadas críticas si se aplicara en México por las duras reglas para poder lograrlo: las parejas del país sudamericano deben vivir separadas un año, si el divorcio es de mutuo consentimiento; y tres años, si es a petición de un solo cónyuge.
Chile ni siquiera fue el último país en aprobar leyes de divorcio. La República de Malta, en el Mediterráneo, celebró apenas en el 2011 un referéndum, donde el 52 por ciento de la población se pronunció por abolir la penosa condena de las parejas casadas que ya no se soportaban mutuamente.
Un amigo mío, que lleva tres divorcios, se habría pegado un tiro viviendo bajo las leyes que hasta hace poco tenían en Chile y Malta. Y es que a muchos de nosotros nos resulta inimaginable una sociedad en la que la gente no se pueda divorciar.
Hoy que en Veracruz debatimos sobre la modernización de nuestro Código Civil de 1932, con otros temas que no son en materia de divorcio, pero que son igual de importantes para garantizar el Derecho a la Autodeterminación y el Libre Desarrollo de la Personalidad, tenemos mucho que aprender de los procesos de modernización de otras sociedades. Para empezar, sí puedo asegurar que nuestro debate no durará 10 años.
Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.