Parlamento Veracruz
Juan Javier Gómez Cazarín
Desde tiempos inmemoriales, la imparcialidad ha sido un atributo esperado de cualquier juez en el mundo. Nadie quiere ser juzgado por aquel que, humano al fin, abriga en su alma una ojeriza contra nosotros.
Eso se aplica desde el árbitro que nos silba jugando con la flota de nuestro pueblo hasta el máximo Tribunal que decide temas fundamentales de la vida del país.
En la antigüedad, griegos y romanos imaginaron a la diosa de la justicia con los ojos vendados: la justicia se debía aplicar –razonaron- sin consideraciones de amistad o enemistad, sin dejarnos llevar por el calor del prejuicio, el encono, la afinidad de grupo, el cariño, los agravios pasados o cualquier sentimiento o pasión que nublara la objetividad. Desde luego, eso incluye la conveniencia económica.
Este lunes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha demostrado su parcialidad y, con ello, ha perdido la legitimidad que es pilar de su papel en la vida pública de México.
Ministras y ministros se descubrieron militantes políticos y renunciaron a su condición de jueces verticales, confiables, honorables.
Cayeron en la tentación con la que, supongo, alguna vez han soñado secretamente incontables jueces en la historia: no aplicar la ley como es, sino como les gustaría que fuera. Peor tantito: como les convendría a sus amigos que fuera.
El problema es que los Legisladores hacen leyes. Los jueces sólo la aplican. Los jueces no pueden –no deberían de poder- escribir leyes a su gusto, sin rendir cuentas, sin que nadie les reclame nada.
Me gustaría pensar que lo que pasó hoy fue un tema de filosofía del Derecho. La neta es que no. Fue algo más prosaico, burdo y corriente. Fue la maroma legaloide de quienes como la Chimoltrufia, que como decía una cosa decía la otra, sacaron una interpretación chafísima para beneficiar al movimiento político con el que simpatizan y que es contrario al de la mayoría del Poder Legislativo.
También, es cierto, lo que pasó hoy tiene su componente psicológico: se sienten superiores al pueblo, se asumen habitantes de las alturas, una casta aparte superior a la del resto de México. Olvidan que también ellas y ellos son servidores del pueblo y que la gente ya despertó.
*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.